«EL LAGO» ©

Los paseos por la pequeña playa que se formaba en el lago, los baños en el agua fría de la que nos negábamos a salir y las divertidas meriendas en aquella enorme casa no son más que un vago recuerdo. El final del verano llegó como tantos otros y el equipaje hacía días que unos criados lo preparaban cuidadosamente mientras otros cerraban las habitaciones que ya no iban a ser utilizadas. Mamá daba escrupulosamente las instrucciones necesarias para que todo estuviera perfecto, yo la miraba en la distancia y veía un gesto de preocupación en su cara que no me gustaba y que delante nuestro se esforzaba en ocultar. Mi hermano mayor ya no estaba con nosotros, había regresado antes a la ciudad con nuestro padre para preparar su primer año en la Universidad, y yo con quince años, ejercía mi papel de hermana mayor. Vigilaba con una responsabilidad de la que me sentía muy orgullosa a mis hermanos pequeños de doce, diez y seis años, todos chicos, maravillosamente salvajes y sin ninguna preocupación aparte de disfrutar al máximo cada minuto de aquellos inolvidables días.

Desde siempre había visto a mi madre observar con detenida atención el antiguo y majestuoso cuadro de su abuela. Se parecían mucho, los ojos de las dos eran casi iguales y cuando se enfadaba conmigo su color azul claro se volvía casi transparente dándome miedo. Aquella imagen era venerada por todo el mundo con una devoción imposible de explicar y yo nunca lo comprendí. No era más que otro cuadro de los muchos que había en la casa de nuestros antepasados, cuadros que a mí en las noches de tormenta me daban pavor. Yo sólo veía muertos que me observaban, me imaginaba que se habían escapado del panteón y se habían metido en las pinturas vigilándome desde ellas.

Aquellos últimos días de verano intentaba concentrarme en disfrutarlos y mantenerme ajena al ambiente de preocupación que se respiraba en el aire pero era difícil de conseguir. Como todos los años me aferraba a esos últimos momentos antes de regresar a la ciudad que tanto odiaba, donde era esclava de los horarios y de los estudios. En el lago me sentía libre, aquél era mi lugar y mi madre se había resignado a ello, era un pacto que en silencio y con el tiempo habíamos acordado. Yo aguantaba de mala manera nueve meses comportándome con corrección y ella asumía mi lado más inapropiado, así lo llamaba, durante el verano. Al regreso a la ciudad se sumaba la preocupación por las noticias que leía a escondidas en los periódicos, no entendía casi nada de lo que allí ponía ni sabía quién era aquel hombre que levantaba con pasión las masas en Alemania.

Desde ese último verano ya habían pasado tres años, Europa se había convertido en una locura, la barbarie que se veía día a día me costaba de aceptar y los privilegios que teníamos no hacían más que acrecentar mi indignación. Sí, estábamos a salvo, pero ¿a cambio de qué?  De ser aparentemente unos colaboracionistas, unos amigos de los nazis, y a pesar de eso mi madre continuaba llevando aquella pesada carga desconocida para mí, con un miedo que cada día le costaba más disimular.

Poco después de la invasión de Polonia el enorme cuadro de mi bisabuela fue trasladado de la casa del lago a la ciudad y colgado en la biblioteca. Aquella habitación que era mi santuario se volvió un lugar tenebroso y oscuro.

Con la guerra devorando Europa nuestro hogar era un pequeño oasis en el que todos estábamos a salvo, nuestras vidas parecía que transcurrían con normalidad y digo parecía porque mi vida no era ni normal ni tranquila, pero intentaba que los demás no se dieran cuenta y me preguntaba si a ellos les sucedía lo mismo. Me sacaron del colegio y  me pusieron una profesora particular, las clases las dábamos en la biblioteca. Los ojos azules del cuadro que me vigilaban, mi profesora rígida e inflexible y mi madre entrando constantemente para controlar convirtieron aquel lugar en un infierno.

Una noche que no podía dormir, al salir de mi habitación vi que había luz en el comedor, presté atención y agucé el oído. Mis padres hablaban de algo, pude escuchar las palabras, papiro, siglos y cuadro entre otras. Cuadro, como no, el  de la gran mujer de ojos fríos y cabello blanco como la nieve. Supuse que en él debía haber escondido algo que pertenecía a la familia desde hacía siglos y debía ser de mucho valor cuando lo habían trasladado allí.

Intenté olvidar el asunto, el día a día se complicaba cada vez más, a muchos de nuestros amigos se los habían llevado pero nosotros seguíamos siendo intocables y cada vez eran más habituales las visitas de oficiales nazis de alto rango. Mi madre organizaba suculentas cenas y al finalizar los invitaba a pasar la velada en la magnífica biblioteca, allí les enseñaba la pintura y entonces lo supe. Supe que allí se escondía algo tan importante que cuanto más a la vista estuviera menos sospechoso lo hacía. ¿Qué ocultaba mi bisabuela entre los colores que la hacían eterna? ¿Qué maquinaba mi madre y por qué mi padre no decía nada?

Recordé la palabra papiro, debía ser algo muy antiguo, un documento muy importante de una época pasada. Entonces decidí acercarme a mi madre, ser más cariñosa, que se abriera a mí pero eso era una hazaña imposible y la notaba cada vez más lejos, cuanto más avanzaba la guerra más se encerraba en su mundo. Los alemanes empezaron a saber lo que era la derrota, cayeron en Rusia, los aliados llegaron a Normandía y recuperaron Francia y cuando todos pensábamos que el ser humano había llegado al límite de su capacidad de destrucción, dos bombas cayeron sobre Hiroshima y Nagasaki. Con la noticia vi el terror en su cara pero lo peor fue que el anciano y bello rostro del cuadro abandonó su gesto serio transformándose en tristeza. Era posible que nadie lo viera ni tampoco como los ojos de mi madre perdían su brillo igual que les pasaba a los de la enorme pintura. Las imágenes que llegaron de la explosión eran impresionantes, la potencia de la luz, el calor que desprendieron las bombas y sus consecuencias nunca se habían visto antes y mi madre no se cansaba de recordar lo sucedido mientras su rostro envejecía y se apagaba. Había días que la descubría observando con  devoción y miedo el cuadro, incluso alguna vez la oía susurrar, como si hablara con él pero no entendía lo que decía porque su tono era demasiado bajo.

Pasados cinco años después del final de la contienda ella se había recuperado un poco y yo había olvidado lo ocurrido, incluso me convencí de que todo habían sido imaginaciones mías y que aquel misterio no era más que un invento, una válvula de escape para esconderme del horror de aquellos días.  Entonces una noche volví a escuchar  a mis padres, ella le  susurraba que el secreto estaba a salvo, el papiro no había caído en manos de los nazis. Ninguno de los dos podía imaginar que hubiesen hecho con nosotros si  lo hubieran descubierto. Sentí un extraño miedo a algo desconocido, ni en los peores momentos de la guerra había estado tan angustiada. Entonces me sentía a salvo, por un lado sabía que nos podía suceder alguna cosa como a todo el mundo pero estaba convencida de que nunca vendrían directamente a por ninguno de nosotros. Incluso cuando con nuestros contactos en el extranjero ayudábamos a huir a alguno de nuestros amigos y conocidos judíos, estaba segura de que mis padres nos salvarían si nos descubrían, sabrían a que puerta llamar.

Todo regresó de nuevo, la cara de mi madre volvió a demacrarse y a escondidas veía como iba a ver el cuadro para hablar con la imagen también deteriorada de su abuela. Yo era testigo de todo, con aquel miedo que me acompañaba a todas partes y la sensación de que se estaba volviendo loca y lo que era peor, me convencí de que yo estaba igual que ella. ¿Era posible que nadie viera como aquellas dos mujeres se estaban convirtiendo en  dos seres grises?

El fuego, el calor, la luz cegadora que lo cubrió todo tras la explosión nuclear, el horror de todos los que allí vivían cuando cayeron las bombas, esas eran las palabras que repetía insistentemente mi madre. Nada podía calmarla, su salud empeoró a pasos agigantados y los médicos aconsejaron ingresarla, mi padre desesperado accedió. Si la guerra no había cambiado mucho nuestras vidas, su fin sí lo había hecho. La añoraba, tanto que sentía rabia hacia mí misma, cuantas veces había intentado esquivarla, no coincidir con ella para evitar alguna de sus reprimendas, “camina recta, este vestido no es el adecuado, siéntate como una señorita”,  ahora ya no estaba y yo me había convencido de que iba acabar como ella, totalmente loca. Cuando fui a verla a la clínica me sonrió, me hablo del agua, el agua mágica del lago, el agua que permite la vida.  Aquella mujer no era mi madre, era una persona totalmente perdida, su mente estaba en algún lugar muy lejos de nosotros.

Meses después regresó a casa, allí dos personas la cuidaban noche y día y mi padre y mis hermanos la mimaban hasta la saciedad pero yo me aparté. Empecé a sentir rabia y odio hacia ella, siempre me había agobiado que me controlara, que me dijera que estaba bien y que no, y ahora me había abandonado. Ese era el sentimiento que mejor reflejaba cómo me sentía, abandonada, me había convertido en huérfana antes de que mi madre muriera y cuál era el motivo, un secreto que sabía que estaba escondido en el viejo cuadro.

Una noche fui a darle las buenas noches, yacía como cada día a esa hora sobre su cama, le cogí la mano, ya no recordaba la última vez que lo había hecho. Abrió sus ojos y me sonrió, por unos instantes la reconocí de nuevo. Movió su otra mano y me acarició la cara mientras susurraba palabras en un idioma extraño pero no desconocido para mí porque mi cerebro empezó a traducir y a asimilar lo que decía. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y toda yo empecé a temblar, quise levantarme pero me sujetó con una fuerza que no era normal. Grité, mi padre llegó enseguida y ella me soltó.

Corrí a la biblioteca, él no tardó en llegar y me abrazó. Le dije que me soltara, no quería saber nada de ellos, lo único que quería era irme de aquella casa, que salieran de mi vida, ellos y sus secretos. Se aferró a mí, me besó infinidad de veces como hacía cuando era pequeña y no paró hasta arrancarme algo parecido a una sonrisa. Le quería tanto, era mi héroe, todo lo opuesto a mi madre, con él podía reír, correr, hacer todas las cosas que ella me reprendía. Dijo que teníamos que hablar, su rostro era muy serio y entonces me di cuenta de que también había envejecido mucho, aquellos duros años le habían pasado factura. “Tenemos que hablar”, eso me dijo, él siempre decía las cosas sin anteponer esa frase la cual yo asociaba a malas noticias o reprimenda.

Nos sentamos, sujetó mi mano y habló mientras yo escuchaba la extraña historia de mi familia, más concretamente de las mujeres de mi familia. Me quedé sin palabras, qué me estaba contando, pretendía tomarme el pelo o se había vuelto también loco. Intenté apartarme de él pero no me dejó, insistió en que lo escuchara, yo no quería saber nada de todo aquello, no quería que sobre mí recayera el peso de guardar aquel secreto, le dije que todo era una estúpida mentira y que no contara conmigo para nada. No se inmutó, sólo me preguntó que si todo aquello era mentira cómo había podido entender la lengua extraña en la que mi madre me había hablado. No supe que contestar, lo que ella me había dicho era casi lo mismo que  me estaba explicando. Entonces se levantó y con aquella elegancia que yo tanto admiraba se dirigió al cuadro, con mucho esfuerzo arrancó la parte inferior del marco y de su interior extrajo un estrecho tubo oscuro y lo abrió. Dentro había un documento muy antiguo y no dudé en aceptar al verlo que era el que mi madre me había confesado que existía y que en él estaba escrito todo. Regresó a mi lado y volvió a sentarse, con mucho cuidado y calma lo desplegó  y me lo mostró.

“En un principio sólo existía el  agua y con ella el caos, poco a poco el agua se fue modulando y creó de sí misma nuevos seres,  al suceder esto el caos lentamente dejó paso a un orden que dio lugar a la naturaleza que hoy conocemos. Sin agua no hay vida, pero ella que fue el origen de todo, un día dará pasó al fin de los tiempos. No mucho antes de que eso suceda un fuego como nunca se haya visto arrasará y destruirá todo lo que esté a su alrededor. Tras él y en los siguientes años  ella reclamará su espacio y regresará para ocupar de nuevo su lugar y cubrirlo todo dando lugar de nuevo al caos….”

Ese documento, custodiado por las mujeres de mi familia durante siglos, anunciaba el final de todo y yo debía seguir protegiéndolo pero visto los últimos acontecimientos no iba a ser por mucho tiempo. Todo lo que había vivido hasta ese momento perdió el sentido para mí, los planes que había hecho para el futuro y mis sueños se desvanecieron en pocos minutos. Mi padre, la persona que más quería y admiraba en el mundo me había leído nuestra sentencia. Me encerré en mi misma, dejé de lado a mis hermanos, a mis amigos y me abandoné, me convertí en otra sombra parecida a la de mi madre. Su estado también empeoró y cuando vinieron a buscarla no tuve palabras de ánimo hacia ella sino de rencor y odio por haberme ocultado aquello durante años y ahora hacer que la responsabilidad recayera sobre mí.

A partir de ese momento todas nuestras vidas se fueron separando, mi padre, mi madre ingresada, mis hermanos y yo no éramos más que desconocidos. Parecía ser que el principio del fin era la ruptura de nuestra familia. Si ya apenas quedaba tiempo para proteger aquel secreto nosotros éramos innecesarios, el destino, o quienquiera que estuviese detrás de todo aquello ya no nos necesitaba, éramos prescindibles. Mi madre no tardó en morir, los últimos días parecía un esqueleto, apenas era reconocible,  mi padre, incapaz de soportar su ausencia y llevar esa pesada carga sobre él la siguió al poco tiempo y tres años después en menos de dos meses mis hermanos también fallecieron en extrañas circunstancias. Muertes horrendas e inexplicables para la policía.

Ahora soy una anciana que continúa viviendo en la casa familiar esperando a que el agua lo cubra todo, para entonces no quedará nada del mundo que conocemos.  Cuando esto suceda seré el ente que dormirá en el agua primigenia, el lugar al que siempre he pertenecido, el lugar de donde nacimos todos, de donde surgió el lago mágico de mi infancia y que ya no recordaré. En ese lugar desconocido para mí y que describe tan bien el papiro esperaré a despertar una vez más  para empezar de nuevo la creación de nuevos seres y el restablecimiento del orden. Daré lugar a un nuevo ciclo hasta que alguien recoja mi testigo y así sucesivamente en la infinidad del tiempo. Hasta que eso suceda y pierda la memoria de todo lo que he visto y vivido me aferro a mi casa del lago, a los recuerdos de aquellos veranos con mis hermanos, a la sonrisa conquistadora de mi padre y a la imagen de mi madre en su momento de más esplendor. Y en ese momento, cuando la recuerdo con tanta claridad que puedo verla, me arrepiento de todo lo que le dije y entiendo su disciplina, su inflexibilidad, quería prepararme para proteger lo que mis antepasadas habían hecho antes pero sobretodo entiendo su miedo de los últimos años. El miedo al ser consciente de lo que me espera y la soledad en la que viviré y a la que tendré que hacer frente.

Cuando aquella bomba estalló y la luz  lo cubrió todo, supo que yo era el final y el principio de todo.

© en Safe Creative

Publicado por margasbooks

Hola a todos y bienvenidos. Mi nombre es Marga, soy escritora, me hago cargo de todo el proceso de mis libros, desde soñarlos, escribirlos, crear sus portadas, hasta preparar su publicación para que los podáis encontrar en tiendas Amazon. En diciembre de 2019 publiqué mi novela de ficción-fantasía "SOMBRAS PERDIDAS". En 2020 hice una nueva edición del cuento "LA AVENTURA DE PATRICIA", publicada por primera vez en 2016 con editorial Pentian, y "EL GRAN PEZ", una breve historia que tenía guardada desde hacía mucho tiempo en un cajón. Estos dos cuentos son para los más pequeños de la casa o quizás también para los que no somos tan pequeños. Mi último libro es "Mi nombre es VíKtor", una ficción distópica escrita en forma de diario por un adolescente y que no dejará a nadie indiferente. Con un personaje del que me fui encariñando mientras lo escribía y que se ha convertido en un pequeño héroe. No dejéis de conocer a VíKtor, descubrid su historia y qué hay detrás de esa K mayúscula. También escribo relatos, microrelatos y algo de poesía que iré añadiendo a este blog. Aquí os dejo todos los enlaces a mis libros y redes sociales. Espero que os guste. Gracias!!! 😃 © Las obras publicadas en este blog tienen todos los derechos reservados y están registradas en SAFE CREATIVE.

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